La tarde del sábado es una de esas jornadas que no creo que pueda olvidar. Fue un día horroroso, doloroso hasta el extremo. Recuerdo la rápida sucesión de los hechos, la inquietud por saber de los amigos, la desazón por no saber. Recuerdo nuestra llegada a la base, la cara de gente como Rubén, Levi, Juanan....recuerdo el rostro de los amigos, de los familiares.
Recuerdo la mesa puesta que esperaba a aquellos valientes, a esos 6 trabajadores que perdieron la vida en una tarde de infausto recuerdo. No olvido el sonido de fondo de sus móviles, que no dejaban de sonar, en espera de que una respuesta que no llegaría nunca. Tengo muy presente la esperanza que nacía de la noticia de algún superviviente, el anhelo de saber quien, por qué...
No podré olvidar a algunos de los que allí se acercaron en busca de noticias, o simplemente queriendo dar su apoyo. Y de fondo se sucedían las historias, las llamadas de gentes inquietas, que querían saber si podían hacer algo, si podíamos decir algo. Y uno no dejaba de pensar en esas familias, en ese futuro inmediato que había sido borrado de un plumazo, esos niños que no habrán de conocer a sus padres, esas esposas y madres que no volverán a ver a sus maridos e hijos...
Fue horroroso, sentí como nunca la impotencia, la pequeñez del ser humano ante la tragedia, que llega de súbito, sin avisar...y sentí una desazón profunda, que me agarrotaba por dentro. Sabíamos que nuestros amigos y vecinos, se habían librado de aquel turno, pero al tiempo les poníamos rostro a aquellos nombres todavía anónimos, que iban surgiendo de la boca de sus compañeros...eran de Andorra, de Alcañiz, de Torre de Arcas, de Castellote, Barcelona...eran gente joven, eran buena gente. Y en las fotos de aquella sala de estar dónde solían pasar el rato, pudimos poner cara a la tragedia, irrumpieron de repente sus rostros, y el drama dejó de ser anónimo: Angus, José Ramón, Francisco Javier, Esteban, Rafael, Albert.
De todo aquello, tal vez destaque la imprudencia de aquellos medios de comunicación que dieron una noticia, sin que los familiares y amigos de las víctimas hubiesen tenido conocimiento previo. Creo que eso es un error fatal, que puede y debe olvidarse, porque de haberlo evitado, se habría ahorrado un dolor innecesario.
La base helitransportada de Alcorisa, esa cuyos miembros arriesgan tantas veces sus vidas por nosotros, nos entregó a 6 hombres buenos y valientes, que se suman al recuerdo de otra compañera, Ruth, fallecida en 2007. A todos vosotros, y a todo el colectivo que trabaja en la extinción de incendios mi recuerdo y mi reconocimiento y admiración sincera. A las familias, a los amigos, a las gentes que os querían y os conocían, qué decir...ánimo, mucho ánimo. A Alfonso, a Leví, Juanan, Ruben y al resto, ánimo, mucho ánimo y sabed de nuestro apoyo.
A vuestros héroes, que son los nuestros, que descansen en paz.
