Los Barry Lyndon
A la vuelta de nuestro agotador periplo genovés, y tras el reparador fin de semana, volvemos a la normalidad de un lunes en el que esperamos ansiosos la llegada del agua de lluvia que tanto necesitamos por esta tierra.
Os adjunto mi columna del viernes en La Comarca.
Ya hace un tiempo que junto a mis amigos Jorge Abril, Víctor Guiu y Fernando Romero, definimos a una nueva clase “social”, a la que caracteriza una especie de “bendición” y que convierte a algunos hombres y mujeres en los modernos Barry Lyndon. Hablamos de ese joven irlandés, afable y callado con alma de "trepa espontáneo" (como dice mi amigo Jorge), al que hizo inmortal Stanley Kubrick en la película a la que dio nombre. Seguro que todos conocen a alguno de ellos, los hay que simplemente tienen suerte, que por unos u otros azares acaban por estar siempre “ahí”, en la primera línea; pueden tener más o menos escrúpulos, aunque el caso es no renuncian a nada. También los hemos visto en las listas electorales, en cargos políticos, desempeñando importantes papeles, sin que el resto de la humanidad comprenda muy bien el “por qué”, sin saber con qué resortes se han aupado a esa privilegiada posición.
Y es que los hay ambiciosos, y también los hay afortunados, sea cual sea su condición, la mayor parte del tiempo y en múltiples facetas de nuestras vidas, dependemos siempre de algún Barry Lyndon aragonés. Puede resultar molesto, aunque en el fondo no deja de tener su gracia, observar la progresión de alguno de ellos, de la nada al estrellato.
Nosotros reivindicamos que hay que proteger a los/las Barry Lyndon, hay que velar por su pervivencia, por su felicidad, votémosles, aupémosles, dejemos que crezcan y sean felices, que sonrían y salgan en las fotos. Al fin y al cabo gracias a ellos se cumple aquello de “hay quien nace con estrella y otros nacen (nacemos) estrellados”.
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