Catástrofe en Haiti
Tengo el corazón sobrecogido desde hace unos días, porque nadie con sentido común puede permanecer impasible ante la debacle haitiana. Las imágenes que nos llegan superan todo lo que hayamos podido ver hasta la fecha. Son la destrucción y el caos llevados al extremo. Miles de cuerpos hacinados, y la sensación de que lo peor está por llegar en las próximas semanas.
Desde la distancia solo podemos llegar a ser conscientes de una mínima parte del dolor y del sufrimiento que padecen los pobres haitianos. Solo vemos las imágenes de televisión, pero ni escuchamos el llanto, ni sentimos el hedor que desprende la muerte.
Entre tanto aún hay quienes luchan por los despojos de un país en el que ya no existe su Estado. El imperialismo yankee avanza sin freno tomando posiciones en lo que queda del país más pobre de Sudamérica. Al tiempo la UE no deja de titubear, como siempre, y demuestra la flaqueza diplomática de un proyecto político en el que solo crece el recelo.
Y mientras los haitianos padeciendo lo indecible, sin gobierno, sin futuro, y con la ONU descabezada y desarbolada por la tragedia. Nos queda el consuelo de la solidaridad internacional, de la iniciativa ciudadana, que como siempre es la más efectiva. Harían bien los príncipes en donar la herencia a Haiti, sería un gesto en estos tiempos, y así no tendríamos que reprocharles nada.
Por lo demás solo cabe llamar a la solidaridad con el pueblo haitiano y a que todos aportemos algo desde casa.
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