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Entalto Aragón

INCENDIOS

INCENDIOS

Mientras conducía ayer por la tarde camino de La Mata de los Olmos, pude divisar en el horizonte unas espesas columnas de humo, que de forma inmediata asocié a un incendio. Lo más angustioso fue el no poder ubicar el lugar de procedencia, dónde se localizaba el incendio en cuestión. Poco a poco, y a medida que lo fui hablando con la gente del pueblo, pude ubicar el fuego, aventurar la magnitud del desastre y sentir, como siempre en estos casos, una profunda impotencia.

Cuando hablamos de verano, de incendios, cuando en las imágenes que nos ofrecen los informativos o en los boletines horarios de las radios, nos hablan de fuego, de esa lacra que nos asola al llegar el periodo estival, uno no sabe que cara poner, que sentir, más allá, insisto, de esa sublime impotencia. Sabedores como somos en ocasiones de que tenemos el "frente" de las llamas a unos kilómetros de casa, me resisto a quedarme de brazos cruzados, a no sentirme útil ante esa contingencia tan desastrosa. Creo que con algo tan sencillo como un curso de formación anual, como brindar a la ciudadanía la posibilidad de sumarse a los dispositivos antiincendios, aunque nada más fuese en la intendencia, tras la oportuna y adecuada formación, aplacaría esa impotencia que a veces padecemos. Se trataría únicamente de poder contribuir de primera mano en todo aquello. No alcanzo a entender las sensaciones que debe de tener quien asiste impotente a esa escena en la que su casa, sus recuerdos, su vida, sus sueños, se consumen bajo las llamas. Me hablaba ayer un amigo canario, de como se ha consumido un tercio de la masa forestal de su isla, Gran Canaria, y del desolador panorama que se les aventura, y uno no sabe que decir, ni que hacer. Han perdido el paisaje de sus vidas, han visto como desaparecía en horas, lo que la naturaleza ha esculpido a lo largo de siglos, y ahora les tocará convivir con esa realidad.

Solo me cabe desear que esas desoladoras cifras que suman las hectáreas consumidas tiendan a bajar, me cabe expresar mi solidaridad con todos los afectados por los incendios forestales, especialmente por los del que lleva quemadas más de 1.000 has. en Torre de Arcas y Obón, y confiar en que sean los últimos de entre los “grandes” fuegos veraniegos. Confío en que todo acabe aquí, y en que las cifras se consuman, como se consumen esos pinos centenarios, esos mantos vegetales, los animalillos y cuanto perece ante el voraz apetito del fuego.

 

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