La Gripe del Ladrillo
Mi columna de La Comarca del pasado viernes.
Algo apesta en el suelo patrio y no solo es la peligrosa gripe porcina. Hay más, hay mucho más a nuestro alrededor que desprende un tufo insoportable. La “Peste” en cuestión surgió hace ya un tiempo en Marbella, y se extendió por toda la Costa del Sol. Le siguió todo el litoral Mediterráneo, con especial afección en Murcia y el levante valenciano. Luego la “gripe” saltó al interior. En todos los casos se manifestaba con un urbanismo desmedido, acompañado de recalificaciones, nuevos Planes Generales, y gente que se enriquecía de la noche a la mañana especulando con el suelo.
Eriales en los que florecían la ortiga y el cardo, se vieron de pronto sembrados de hormigón y ladrillo. El cambio de “cultivo” fue de lo más rentable para los concesionarios caros, las joyerías caras y las sastrerías caras. De aquellas cosechas surgieron hábiles políticos, corruptos todos ellos, que se han lucrado “recolectando” comisiones. Sencillo, “tu me recalificas esto, y yo te compro un traje, un coche, lo que quieras….”
Lo peor es que todos decíamos saberlo, que esto no nos sorprende. Vomitivo. Asqueroso. Lo incomprensible es que los corruptos repitan en sus cargos, y que les hayan seguido votando y apoyando desde sus partidos.
Desde esta columna he criticado siempre el modelo de La Muela. Me parecía la meca del exceso, del despilfarro. Todos sospechábamos que allí algo apestaba. Pero ha triunfado el populismo, amparado por el silencio cómplice y el compadreo. Que después de tantos años de abusos, haya tenido que ser un ciudadano anónimo el que iniciase un proceso, que al salir a la luz sonroja, es inexplicable. Que la administración y todos sus medios no lo hayan podido prever antes, me es incomprensible. Cuántas cosas fallan, para que absolutamente nadie asuma una responsabilidad, para que nadie dimita o sea cesado.
El mal ejemplo cunde y luego en cualquiera de nuestros pueblos, un alcalde honrado intenta aprobar un Plan General que ordene su Urbanismo, y cualquiera se cree en el derecho de exigir y protestar hasta el infinito, porque se piensa que de su huerto yermo le pueden nacer los millones. Es lo que tiene la gripe del ladrillo, lo asquerosamente rápido que se contagia y lo mala que es la vacuna.
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