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Entalto Aragón

Por la Cañada Vellida

Ayer anduve de ruta por algunos de los pueblos del Parque Cultural y disfruté de la visita a la Cañada Vellida, un pueblo del altiplano turolense, en la Comunidad de Teruel, que al pie de la carretera, sobrevive a duras penas al pasar de los días. Cañada Vellida ha sido una de esas visitas que le despiertan a uno de ciertas ensoñaciones, es un municipio en el que viven poco más de 40 personas, en el que el más joven de sus vecinos ultima sus estudios universitarios, y en el que las cosas van despacio.

Cuenta con uno de esos alcaldes a los que vale la pena conocer, Hermenegildo Morte, un gran hombre que siente y vive su pueblo, pero que es consciente de su realidad. Se quejaba ayer con amargura, de que aún contando con un teleclub, que permanece cerrado y un bar con vivienda, que apenas han podido abrir unos días, no tiene donde tomarse el café o jugar al guiñote. Me contaba Hermenegildo que los que viven fuera apoyan todas las cosas que se hacen en el pueblo, pero viven fuera. En tiempos Ibercaja visitaba la localidad un par de días a la semana, lo redujo a 1, pasó a dar servicio cada 15 días, y ahora lo hace una vez al mes, para que cobren los abuelos; la razón que me dieron, es que ir a la Caja de Ahorros, es la excusa perfecta para salir del pueblo y viajar a la vecina localidad de Perales, dónde cuentan con una sede fija, tiendas, y algo más de ambiente.

Pese a la buena tarde que hacía, ayer no tuve ocasión de ver a nadie más en Cañada Vellida, ni un caminante, ni una sola persona apostada en su ventana o a la puerta de su casa. Visitamos varias obras, proyectos ya terminados, otros en marcha, pero nadie que los disfrutase en esos momentos. Quizás es porque tenga que ser así, y porque la Cañada es uno más de los alter ego de Miravete de la Sierra, pueblos en los que ven la vida pasar, pero en los que nunca pasa nada. Hablamos de muchas cosas, y mientras tomábamos una cerveza junto al secretario, Hermenegildo, a sus más de 70 años, siguió desgranando los proyectos que tenía y las ideas para los próximos años, buena parte de las cuales se trataron en el Concejo Abierto, que anoche mismo tuvo lugar allí.

Por si acaso, como siempre me insiste Natalia, deberemos de fijarnos el reto de entrar en todos esos pueblos, por pequeños que sean, que salpican Teruel, porque aunque no pasa nada, no podemos permitirnos el lujo de dejarlos pasar sin más.

En la imagen las ruinas, hoy en obras, de la Ermita de San Juan de Cañada. El día que la inauguren, ya le dije al alcalde, que iré a misa con él. 

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