Han sido estas últimas semanas demasiado intensas, emocionalmente, físicamente y sobre todo en lo personal, tanto que cambian las percepciones, el ánimo y otras muchas cosas. Han tenido, por otro lado, mucho de positivas, ya han pasado esas citas que por su importancia lo absorven todo, que se convierten en un reto compartido.
Esta mañana he estado por Villarluengo y Ejulve, en unas jornadas de montaña escuchando a Carlos Pauner y a la gente de Sarabastall. La verdad es que ha sido impresionante escuchar a este genio aragonés de las cumbres, su experiencia, sus impresiones, y como transmite su pasión por las montañas. Lo mismo que la gente de Sarabastall y su apuesta solidaria en Hushe. Luego he tenido tiempo de darme una vuelta por las calles de Ejulve y disfrutar de "La Contornada", una fiesta diferente, de calle, de tradición, que se apega a lo propio y que es verdaderamente recomendable. Dos ejemplos que oxigenan, que hace que uno se reencuentre con otra verdad, la que se aleja de la mentira y del oportunismo político, de los arrivistas y malpensados, de quienes parecen vivir para importunar. Necesitaba reencontrarme con ese espacio, respirar el aire puro del Maestrazgo, y olvidar el apestoso hedor que despiden algunos con sus actitudes hipócritas y maledicentes.
Es una suerte que este basto país siga ofreciendo refugio en sus contrastes, en su grandeza, porque por más que quieran jodernos, nada es comparable a ese reencuentro con el silencio y la paz, porque nada apagará el eco que nace de la mejestuosa sinfonía visual que suena en los Organos de Montoro. Así lo he vuelto a sentir y disfrutar esta mañana, como cada día que me detengo ante su imponente figura, para relajarme y escuchar sus silencios. Le pese a quien le pese.
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