VERANEANTES
Dejo aquí mi columna de hoy en La Comarca, justo en el día en el que publican un artículo sobre como crece la población de nuestros pueblos en verano, Las Parras de Castellote pasa de 80 a 700 habitantes, casi nada, y Castellote de 600 a 1.800, y podríamos seguir. Bueno el caso es que sobre eso escribo precisamente.
VERANEANTES
Uno de los rasgos típicos del verano en nuestros pueblos es la llegada de los veraneantes, que por aquello de la crisis este año se deja ver antes y por más tiempo. De todo hay entre los sujetos de esta especie, pero conviene hacer mención especial a un grupo de ellos, el de los plastas. Son esos que vienen quince días al año y se creen con derecho a quejarse de todo, quienes reclaman para ese pueblo que en invierno tiene 150 habitantes, los mismos lujos y servicios que en su ciudad. Llega a tal grado su exigencia que se creen con derecho a pedir cualquier cosa y en cualquier momento. A ese respecto hablaba no hace mucho con un alcalde que me decía que para él había llegado el momento de ponerse firme. Llegaba hasta tal extremo la exigencia de algún veraneante plasta, que incluso le iban a llamar a la puerta de casa. “Mire usted” le dijo a uno de ellos “ no me imagino que siendo ciudadano y contribuyente de la ciudad de Barcelona, haya tenido nunca la osadía de plantarse en el portal del alcalde, así que no pretenda hacerlo aquí y si quiere tener ese derecho se empadrone, pague sus impuestos como todo hijo de vecino y luego exija”. En esa frase está resumido buena parte del sentir de muchos de los habitantes y de los pobres alcaldes y alcaldesas de nuestros pueblos, de los sufridores que aguantan con estoicismo la dureza y la soledad del invierno, que dan la cara por lo suyo, que se adaptan a un tipo de vida eminentemente rural, con todo lo que ello supone, y que sienten el orgullo de esa condición, la de hijos y residentes en su pueblo.
A mi me encanta el reencontrarme con los otros veraneantes, los que allá dónde vayan pregonarán su cuna y sus bondades, y esperan cualquier oportunidad para regresar y reencontrarse con los suyos. Siempre dispuestos a colaborar, son un ejemplo de exquisitez y de respeto y su ejemplo debería cundir. Pero también los hay que se creen con derecho todo y a los que no soporto. Yo a esos veraneantes les espetaría lo mismo que ese alcalde al que me refería, cuando menos por respeto y por coherencia. Con 200 ciudadanos empadronados (pongamos esa media) no da para mucho más que un alguacil, no se puede hacer más grande la piscina, ni cambiar la iluminación del pueblo de la noche a la mañana, es imposible lo de la zona azul, no se dispone de servicio de limpieza (corre por cuenta de la escoba de cada vecino), hay un horario y unos días de recogida de basuras y por supuesto todo vecino sabe que hay un edificio al que puede y debe acudir, no es precisamente la casa del alcalde, que se llama Ayuntamiento, y tiene un horario y también una financiación escasa.
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