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Entalto Aragón

Nuestros Montes y Cabezos no están en venta

A propósito de la energía eólica y la especulación que desata, aquí dejo mi columna de la semana pasada en La Comarca. 

Además del olvido, uno de los grandes problemas de Teruel, en todos estos años, nadie se ha preocupado de definir un modelo de desarrollo, más bien al contrario. Gracias a ciertas cosas de la comarcalización, hoy tenemos 10 modelos distintos. Una comarca puede acordar que en su suelo no se instalarán plantas eólicas, y la vecina en el uso de sus competencias, montar un parque eólico en el límite comarcal.

Si en la década de los 90 no hubo pueblo que no aspirase a tener un polígono industrial, en buena parte de los cuales lo único que se instalaron fueron las farolas, y hoy solo sirven para aprender a conducir; en la primera década del siglo XXI el deseo fue un pabellón cubierto y una piscina para todos, aunque luego solo se usen 15 días al año. Pues bien, en los años que se avecinan, todos van a querer tener su parque eólico propio. El dinero “fácil” llama a la puerta de los Ayuntamientos, ahogados por las deudas, por un gasto corriente insostenible, y la falta de recursos. La nunca bien resuelta financiación municipal, y el crack de la burbuja inmobiliaria, que tan jugosos dividendos ha generado estos años a las arcas públicas, ha creado un enorme agujero económico. Algunos imaginan que todo será como en La Muela, y que los aerogeneradores darán tanto dinero como energía.

Somos sin duda, por habitante, la provincia que más energía produce de toda España. Tenemos centrales térmicas, de ciclo combinado, hidroeléctricas, a las que hay que sumar ahora los parques eólicos y los solares. En una apuesta por la energía limpia, creo que ya cumplimos el cupo, de hecho hay dificultades para evacuar la producción eléctrica. Así pues, ahora toca recibir, en lugar de darlo todo. Ahora toca reivindicar el medio ambiente, apostar por el paisaje, como se viene haciendo en alguna comarca.

Deberíamos de exigir una ley de ordenación de este recurso, acotar su explotación, limitarla a algunas zonas y exigir compensaciones. Si apostamos por la conservación y puesta en valor del paisaje, como opción de futuro, evitemos de una vez la amenaza de la energía eólica. Nuestros montes y cabezos no están en venta.

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