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Entalto Aragón

Montañas, la fuerza implacable

Montañas, la fuerza implacable

En estos días en los todo parece girar en torno a las nuevas tecnologías, cuando lo virtual parece que a veces se impone sobre lo real, hay elementos que nos devuelven a nuestra condición humana. En la era de la modernidad, me alegro de que la sabia naturaleza se revele con todas sus fuerzas y logre paralizar el mundo, emergiendo en forma de cenizas desde el cráter de un volcán islandés de nombre impronunciable. Es una cura de humildad ante tanto desmán y tantas tropelías.

Y hablaba de que en estos tiempos no todo se resuelve por lo técnico, con modernas tecnologías, porque quedan escenarios, en los que el hombre/mujer compiten cara a cara con el medio, en desventaja y por el mero placer de superar cualquier reto. Estos días el montañismo está de rabiosa actualidad. De un lado Edurne Pasabán librando una carrera contra el tiempo, y sobre todo contra la montaña, para ser la primera mujer que corona los 14 "ochomiles". De momento una coreana le ha adelantado en ese logro, pero merece una consideración total, alguien como Edurne que se ha encaramado a las cimas más altas de la tierra, sin ayuda, y librando a cara de perro una batalla bestial contra las adversidades propias de aquellas alturas. Lo ha hecho ascendiendo a lugares inaccesibles para casi todos los mortales, y para los medios de transporte. Allá donde solo se puede llegar a pie, a base de un esfuerzo sobrehumano, ella, se ha encaramado en 13 ocasiones, y espera hacerlo en breve al Kanche-Junga.

Mientras tanto, una cordada formada por Juanito Oiarzabal (24 ochomiles), Carlos Pauner y Tolo Calafat, hollaron cima en el Anapurna (junto al K2 una montaña maldita). Pero quedaba lo peor, el descenso y ahí, cuando las condiciones humanas están al límite, Tolo quedó agotado a 7.600 metros, en espera de un rescate que nunca llegó. Contaba Juanito en El Larguero, que moriría durmiendo, con una hipotermia, pero el caso es que la montaña, implacable ella, se cobró una nueva vida. Ese riesgo es inherente a la profesión del alpinista, saben a lo que se exponen.

Cuando estos días se hablaba de las dificultades para el rescate de Tolo Calafat, y de las condiciones extremas que obligaban a tirar de fuerza física para llegar hasta él, en una carrera contra el tiempo, sentía lo pequeños que somos. Sentía que es bueno que la naturaleza, que la montaña revele su fuerza, que se revuelva como la criatura indómita que es, para mostrarnos a todos su condición, frente a nuestra débil naturaleza humana. Nada se puede hacer contra los elementos. Nada se pudo hacer este verano para salvar de una pared imposible del pico Latok II a Oscar Pérez, nada pudo hacer Álvaro Novellón, su amigo, ni el equipo coordinado por Sebastián Álvaro en lucha contra lo inevitable. Cuando el ser humano se enfrenta cuerpo a cuerpo con la naturaleza, se bate contra una fuerza descomunal, y me resulta admirable aquella gente que sale ilesa del envite. 

Siempre me ha apasionado cuanto sucede en las altas cumbres del Himalaya, desde que descubrí aquellos maravillosos reportajes de AL FILO DE LO IMPOSIBLE, un título que acredita la verdad, la realidad de ese mundo. Por eso mi admiración hacia todos los montañeros que nos revelan en pleno siglo XXI que todavía quedan retos que cumplir, hazañas novelescas que superar, y que aquellos Edmund y Mallory que lo intentaron en los años 20, ataviados con ropas imposibles, y con equipos de la prehistoria, merecen ser recordados como héroes, como mitos de un deporte admirable, en el que son muchas las veces en que la montaña se revela imbatible. Y lo mismo para ese Juanito Oiarzabal, que es sin duda uno de los mejores, si no el mejor, deportista español de todos los tiempos. Merecen nuestra admiración y nuestro apoyo. 

 

3 comentarios

Angel -

Gracias Dani y Mariam, me alegro de que os haya gustado.

Mariam -

Genial Ángel, me ha encantado. Cuenta algo más de Pauner otra vez

Dani -

Gran artículo, hermano.